fbpx

3 lecciones que aprendí tras fracasar 3 veces

Fracasar… qué palabra tan fuerte, ¿no?

A nadie le gusta fracasar, y sin embargo te diría que yo necesitaba estamparme unas cuántas veces contra el suelo para aprender grandes lecciones de la vida y los negocios, y apreciar y abrazar los éxitos cuando llegaron.

Y aunque yo perseguía ese éxito desde que empecé a emprender con 23 añitos, hoy mirando hacia atrás me parece casi imposible que, con la mentalidad que tenía y con lo poco que sabía de este mundo, me hubiera ido bien.

Vamos, no digo imposible porque cosas peores se han visto, pero casi.

Siempre digo que mis fracasos han sido mi máster acelerado de negocios, 4 años de prueba y error en los que me aventuré a probar proyectos de lo más diversos y aprendí una barbaridad.

Y lo mejor es que, cuando miro hacia atrás, veo claramente que Yo Emprendedora es una consecuencia de estos proyectos.

Jamás se me habría ocurrido la idea de crear este maravilloso espacio de emprendimiento femenino si no me hubiese sentido totalmente perdida y sola durante estos años de atrás. Y no hubiese deseado que existiese algo así.

Antes de empezar a hablarte de estas 3 valiosísimas lecciones que me regalaron mis proyectos fallidos, y de contarte por encima en qué consistían, quiero decirte algo muy importante.

Fracasar no te hace una fracasada, ni significa que no seas capaz de hacer algo. Más bien, te apunta en la dirección correcta.

Te dice, por aquí no, vete mejor por este otro lado.

Te digo esto porque, durante estos años con el Club, me he encontrado con decenas de mujeres que, abatidas por la falta de resultados, se rinden y se dicen a sí mismas que emprender no es para ellas. Que no tienen lo que hay que tener.

Y esto es algo que me da una pena que no te puedes imaginar.

Este ejemplo seguro que ya lo has escuchado antes, pero aún así lo voy a decir: imagínate que a un niño pequeño que empieza a caminar, la primera vez que se cae se dice a sí mismo “vale, hasta aquí, esto de caminar no es para mí”.

Obviamente no lo hace. Ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera… Lo intenta vez tras vez hasta que lo consigue.

¡Eso mismo tenemos que hacer nosotras!

Caernos, quedarnos un ratito en el suelo con nuestro papel y boli para anotar los aprendizajes que nos llevamos, coger fuerza ¡y otra vez para arriba!

Esto por una parte.

Y también, antes de pasar a estas 3 lecciones, quería hablarte de la importancia de fracasar rápido.

Me explico. 

Mi filosofía para empezar un proyecto es: brain storming de ideas, y las que más me emocionan las dejo reposar un tiempo. 3 semanas, un mes, 5 meses, un año. Depende de mi vida en ese momento.

Esto lo hago para no lanzarme a un nuevo proyecto en esta etapa inicial de enamoramiento. Por experiencia, si después de un tiempo, esa idea se mantiene viva en tu cabeza – y sigues sintiendo esa llama – entonces es una buena señal.

Ahora, ¿cuánto tiempo le damos para saber si es la correcta, o si es mejor pasar a la siguiente?

Yo considero que en el plazo aproximado de 9 meses – un año, ya tenemos los indicios que necesitamos para saber si este proyecto tiene potencial.

9 meses – 1 año donde le ponemos todo lo que tenemos, y todo lo que sabemos. Donde le damos nuestro todo. 

Y después, si vemos que no estamos yendo a ninguna parte, o si el proyecto no es para nosotras – que también puede ser que la idea que tenías y la realidad disten mucho y acabes desenamorándote de tu idea. A mí eso me ha pasado.

Entonces, en este caso, lo mejor es ser muy honestas con nosotras mismas y tomar la siguiente mejor decisión.

Ojo que cuando hablo que el proyecto no esté funcionando no me refiero a los números, sino a las métricas que tú te hayas puesto para medir el progreso del proyecto.

Por ejemplo, mis primeros 12 meses con Yo Emprendedora estaba en una nube de contenta, sentía que estábamos creciendo y viendo resultados, aunque mis ingresos con el proyecto eran cero patatero.

Pero mis métricas eran otras en ese momento – escuchas en el podcast, engagement en IG, comunidad, mensajes privados…

Por eso es fundamental que tengas un PLAN DE ACCIÓN – y objetivos realistas desde el principio.

Y si lo tienes, y aún así ves que esto no tira, o no es lo que inicialmente habías imaginado, siempre estás a tiempo de darle un giro radical, o de decirle al proyecto “gracias por todo lo que me has enseñado estos meses, pero ahora necesito seguir mi camino por otro lado”.

Sin tristeza ni rencor.

Bueno, tristeza la habrá, porque dejas ir una parte de ti. Pero sobre todo quiero que tengas emoción por todo lo que estás a punto de vivir 😀

Quería empezar el episodio por aquí para desmitificar todo este tema del miedo al fracaso. Por si alguna vez te encuentras en esta situación.

Y ahora sí, vamos con estas 3 lecciones que aprendí tras mis 3 fracasos como emprendedora.

  • La primera parece muy obvia, y sin embargo yo me la salté a lo grande en 2 ocasiones: antes de empezar con tu web, con tus redes, con tu cartera de servicios… Haz un análisis de competencia y mira a ver si, efectivamente, has encontrado una buena oportunidad en el mercado.

Al contrario de lo que a veces solemos pensar, tener competencia es una buena señal, sobre todo si son negocios más establecidos y con una trayectoria.

Significa que hay una necesidad en el mercado, y que la gente está dispuesta a pasar por esa solución.

Pero… cuando no existe el producto o servicio que queremos crear… es probable que te cueste más trabajo – y dinero – conseguir clientes. 

Digamos que estarías abriendo mercado, y eso tiene sus ventajas, por ser el primero, pero también sus desventajas.

Eso por un lado. Pero también tenemos que plantearnos si realmente existe una necesidad, y si la gente estaría dispuesta a pagar por ello.

Por ponerte un ejemplo de esto, en 2015-16 lancé mi primer proyecto, un servicio donde hacíamos los CVS y COVER LETTERS en inglés a españoles que quisieran marcharse a UK a trabajar.

Creé una web sencillita. Y para darlo a conocer, me apunté a todos los grupos de españoles en Inglaterra que encontré en FB, ofreciendo una revisión gratuita de su CV.

En esta revisión, que por cierto estaba muy currada, y por supuesto que la hacía Chris porque yo no tenía ni pajolera idea, les mostrábamos los errores que tenían y en qué aspectos se podría mejorar para tener un CV más atractivo y profesional. Pero no se lo hacíamos. Para eso, ya tenías que pagar.

Recibimos ciento y pico CVS en pocos días, y yo pensaba ¡buah, de aquí salen varios clientes fijo!

Y sin embargo… de estas ciento y pico correcciones, no nos salió ni un solo cliente.

En muchos casos ni nos daban las gracias por el trabajo.

Y sí, podríamos haber hecho otras cosas, como trabajar el SEO o poner anuncios – pero no tenía ni idea en ese momento.

Aparte que este proyecto tenía otros muchos problemas que a la larga lo harían insostenible. 

Porque sí que tuvimos clientes, 2, pero lo teníamos todo tan mal montado, que tener ventas fue incluso peor que no tenerlas.

  • La segunda valiosísima lección es la importancia de tener una comunidad. 

Ya lo sé, ya lo sé, he hablado mucho de esto. Pero es que si me preguntas cuál ha sido mi mayor revelación durante estos años como emprendedora, te diría justamente esto.

CUANDO TIENES UN NEGOCIO, TENER UNA COMUNIDAD QUE CONECTE CONTIGO Y TU MARCA ES ORO.

Por eso siempre os animo a invertir vuestra energía en esto, porque sé que a la larga lo agradecerás.

Y parece que en algunas industrias es más difícil tener comunidad, pero no. Se puede en todas.

Por ejemplo, con este que os comento de los CVS y COVER LETTERS en inglés, podría haber creado una comunidad de españoles que están buscando trabajo en Reino Unido.

¿Y cómo? Pues por ejemplo creando un grupo de Facebook. O un canal de YouTube con contenido interesante. O incluso organizando eventos y quedadas chulas.

Si eres de las que piensas que en tu nicho no hay posibilidad de tener comunidad, te invito a que encuentres un enfoque distinto que pueda ser el germen de tu comunidad.

Yo he visto comunidades en sectores de lo más random: de fumadores con un negocio de pipas de fumar, de aficionados a la jardinería con un negocio de cortacésped, de gente insteresada en la organización del hogar con un negocio de etiquetas de productos…

Aquí lo importante es encontrar ese nexo en común que tiene la gente que te compra – o tus potenciales compradores. Y ese nexo, a pesar de lo que instintivamente podamos pensar, no somos nosotras, ni nuestra marca, ni nuestro producto. Es una filosofía, un deseo, la pasión por algo…

Y en esta lección de crear comunidad además quiero dar un paso más allá – para llevar a tu comunidad a tu base de datos.

Tu base de datos es el universo de tu marca, la casita virtual donde tu familia y amigos se reúnen para hablar, compartir y aportar.

Un canal directo que no depende de algoritmos de terceros, y con el que vas a estar en contacto directo con aquellas personas más interesadas en lo que haces y que quieren saber más de ti.

¿Sabes esas newsletters que te da gusto leer? Que sientes que te han escrito a ti personalmente. Que más que una newsletter se siente como una carta entre amigas.

Eso es lo que quiero para tu negocio, por muchos motivos. 

Y créeme cuando te digo que, a la hora de vender, la newsletter funciona de maravilla.

No te exagero si te digo que la gran mayoría de las miembros del Club han entrado por ahí.

Y sí, nos conocen del podcast la mayoría, y nos siguen por IG, pero esa puerta de entrada definitivamente es el correo.

Quizá te estés preguntando, ¿y cómo es esto una lección de tus fracasos?

Muy sencillo. Porque es lo que me faltó con 2 de los proyectos fallidos. Y digo 2, porque el 3º era una web de contenido cuyo fracaso no tuvo nada que ver con esto – luego te explico más.

En mi proyecto de servicio de CV y COVER LETTERS en inglés, y en la APP de descuentos en cafeterías de especialidad, mi mayor error fue NO TENER COMUNIDAD NI B.D.

Y claro, cuando llegó el momento de vender, no había nadie al otro lado…

Nadie que quisiese comprarme lo que les ofrecía.

Nadie que confiase en mí.

Y cuando me di cuenta de esto, que fue al empezar Yo Emprendedora, me dije a mí misma: NO VOY A OFRECER NADA DE PAGO DURANTE, AL MENOS, UN AÑO.

Mi foco estaba única y exclusivamente en crear comunidad y servirles con el mejor contenido de valor.

Y confiaba que, de una manera o de otra, esto diese sus frutos.

Y así ha sido.

  • Y por último, mi tercer gran aprendizaje con mis 3 fracasos fue: No tienes que hacer de tus hobbies tus negocios.

Me explico.

No sé tú, pero en mis primeros años como emprendedora, lo que más escuchaba era “crea de tu pasión un negocio, y nunca volverás a trabajar”.

El caso es que, cuando escuché eso por primera vez, yo estaba con mi segundo proyecto, una web de contenido de productos de la vida cotidiana, que se monetizaba con afiliados de Amazon.

Es decir, yo me pasé un año escribiendo sobre máquinas de coser, irrigadores dentales, robots de cocina…

Y claro, cuando escuché “encuentra tu pasión y no volverás a trabajar en tu vida” dije, ¡ostras, me he vuelto a equivocar!

Aquí ya llevaba más de un año con la web, y ya ganaba dinerito. Poco pero oye, era un buen comienzo para los 10 artículos que tenía.

Y sobre todo, había muy poca competencia en ese momento y muchas oportunidades.

Pero me rallé, me bloqueé, y de la noche a la mañana, dejé el proyecto y empecé con otro.

No es que lo abandonase, porque la web seguía ahí, pero decidí centrarme una temporada en otras cosas, y ver dónde me llevaba.

Y aquí viene mi gran arrepentimiento: Como estaba con la cabeza en el nuevo proyecto, que por cierto era YE, se me olvidó renovar el dominio de la web, y cuando me quise dar cuenta, había una persona que lo había comprado y me quería extorsionar para poder recuperarlo.

Me dolió mucho cerrar la web, porque sabía que tenía mucho potencial, pero no estaba dispuesta a pagar cientos o miles por ese dominio – sobre todo porque no los tenía.

Pero bueno, que me vuelvo a desviar. ¿Por qué digo que hacer de tus hobbies un negocio no es una buena idea?

Muy fácil. Porque cuando haces esto, dejas de tener un hobby y pasas a tener un trabajo.

Dejar de disfrutarlo y empiezas a pensar en las oportunidades que hay.

Y no digo que esto sea un error, si lo haces con uno de tus hobbies. Pero lo que no quieres es convertirte en una de estas personas que intentan monetizar cada aspecto de su vida.

Vamos, yo no considero que eso  sea sano a largo plazo.

Ahora, que no quiero que se me malinterprete. Tener un proyecto que te apasiona no es algo malo. A mí me apasiona Yo Emprendedora. Me apasiona lo que hemos creado.

PERO PERO PERO yo empecé pensando que el mundo de los negocios y el marketing era mi pasión, y no. Mentira cochina. Me interesa, pero no me apasiona.

Entonces aquí la clave para mí es encontrar aquello dentro de tu negocio que te llena y te conecta. Porque si solamente es la temática, si llegas a cansarte (que todo en exceso cansa), puede que pierdas la ilusión por lo que haces.

Volviendo a mi web de contenido, ahora veo clarísimamente que yo habría sido muy feliz con esa web aunque los temas no fueran lo que más me llena en la vida.

Pero sí que podría haber encontrado la pasión en otras áreas, como la escritura que tanto me gusta, la fotografía para complementar los blogs, la experiencia del usuario…

Es decir, no tiene por qué ser el tema de tu negocio lo que más te apasiona y te hace sentir realizada. Puede ser el enfoque, el estilo de vida, lo que quieras.

Estos son mis 3 aprendizajes tras mis 3 fracasos. 3 de muchos, porque si me das cuerda, yo sigo y sigo.

En resumen, el primero es hacer un análisis de tu competencia para ver si realmente hay un mercado dispuesto a pagarte. El segundo es la importancia de tener una maravillosa comunidad. Y el tercero el aspecto de tu negocio que te motive y te llene, y no buscar únicamente el negocio en tus pasiones.

 

Notas del Episodio:

Laura